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Recomendación de Tere: "Te me moriste", de José Luís Peixoto


"[…] y pensé ¿no podrían los hombres morir como mueren los días? Así, con pájaros que cantan sin sobresaltos y la claridad líquida cristalina en todo y el fresco suave fresco, la brisa leve que estremece las hojas pequeñas de los árboles, el mundo inerte o moviéndose calmo y el silencio creciendo natural natural, el silencio esperando, al fin justo, al fin digno".


Anoche soñé con mi papá. Usualmente cuando me lo encuentro en la dimensión incorpórea no interactuamos. Él sigue con lo suyo, sea lo que sea que está haciendo. Por la mañana ya no me acuerdo. Sin embargo, anoche andaba molesto y en el trance me sentí como la niña de ocho años que ahora veo en mi hijo cuando algo anda mal: despistada, nerviosa, sin saber dónde meterme. Hoy por la tarde fui a comer al último lugar en el que estuve antes de que todo empezara. Es la segunda vez que vuelvo a uno de esos lugares que frecuentaba en el “antes de” y me zarandea darme cuenta de que todo sigue igual. En esos lugares no ha pasado el tiempo, en el aire ha quedado suspendido el aura de lo que pasó. Como en el sueño, vuelvo a un yo que ya no es, a un pasado que compartía con alguien que ya no tiene pasado.


Te me moriste (originalmente en portugués, Moreste-me), de José Luís Peixoto (trad. de Magdalena González Almada y Leticia González Almada) es una carta de un hijo que pierde a su padre. Se despide relatándole las últimas instancias en las que la presencia revolotea todavía: el rostro de un cuerpo inerte, pero que ¿sonríe? cuando el hijo se acerca al féretro; los ademanes que repite para reafirmarse que todavía su papá está aquí, como buscar con la misma calma del padre la llave que abrirá la cerradura; la insistencia inútil de esperar que en cualquier momento llegará para sentirse seguro. Dejar los zapatos en el mismo lugar porque entrará por la puerta, pero sentir que es el único que conoce el gran secreto: la puerta no se abrirá.


Este pequeño libro, publicado en español por la editorial argentina Portaculturas veinte años después de su publicación original en portugués en el 2020, llevaba varios meses en mi tocador. Estuvo ahí, esperando, después de haber estado algún tiempo en el de mi amiga, que simplemente no pudo. Le dije que me lo diera, que yo sí estaba lista. Sin saberlo, mentía. Por meses lo miraba e ignoraba. “Mañana lo leo” y ahí quedaba.


“¿Dónde estás, papá, que me dejaste solo gritando dónde estás?”


El duelo es un constante preguntarse sin que la noche nos brinde respuestas. ¿Qué no hice? ¿Qué hice mal? También es tener la certeza absoluta de saber cuáles son las contestaciones. Entonces llega la mañana: “Papá, veo el canto nómada de los gorriones y sé, veo el día niño y sé, veo el rocío puro en el verde de la tierra y sé. Sé y todavía espero”.


Llega la mañana y quisiera que fuera la noche para dejar de esperar y saber. Para verle. Y no seguir gritando dónde estás.

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